jueves, 6 de diciembre de 2012

Curarse en la Edad Media

Mientras otras ciencias avanzaron lentamente durante la Edad Media, la Medicina permaneció estancada en las enseñanzas de Galeno (130-200 d.C.) durante más de un milenio.

Este estancamiento propició que continuaran empleándose remedios cuyo origen se pierde en el tiempo y otros, los más conocidos como las sangrías, completamente inútiles o perjudiciales en la mayoría de los casos que se empleaban.

ARREBATOS DE CÓLERA
¿Quien no se ha dejado llevar nunca por el mal humor? Pues en la Edad Media tenían un remedio sencillo y rápido para evitarlos: consiste en hacer una pulsera con una rodaja de calcedonia y procurar que esta esté colocada siempre encima de una de las venas de la muñeca.
MANCHAS FACIALES
El culto al cuerpo no es una tendencia nacida en estas últimas décadas, aunque traten de hacernos creer lo contrario. Y si no ved como ya hace siglos combatían las antiestéticas manchas faciales: se lavaban la cara dos veces al día con el agua de cocer cebada.
DOLOR DE VIENTRE
¿Ese molesto dolor que acosa de vez en cuando y que es tan malo de combatir? Sin problema, bastaba con beber el caldo de cocer judías secas con una cucharada de nuez moscada.
LLAGAS
Las llagas eran un mal muy común en la Edad Media. Se trataba de úlceras cutáneas, unas lesiones de la piel que implican la pérdida local de la epidermis, la dermis e incluso parte de la hipodermis. Como se puede comprender, aparte del impacto visual de las heridas que generaba, el dolor era considerable.
El tratamiento más extendido consistía en cocer en agua raíz de celidonia y luego mezclarlo con anís y vino blanco hasta formar una gelatina que se aplicaba sobre las llagas.
ESCALDADURAS
Las escaldaduras son tan antiguas como el hombre, y en esa época en la que carecían de las maravillosas cremas que usamos nosotros, las trataban lavando la zona con el agua de cocer granos de lino.
DOLOR DE FRACTURAS ÓSEAS
En estos casos, se elaboraba una pasta troceando raíces de llantén y mezclándolos con miel. La pasta se aplicaba sobre la zona de la fractura sin masajear.
SARNA
Es una enfermedad de la piel provocada por un ácaro parásito. Es extremadamente contagiosa que se observa sobre todo en las personas que viajan a menudo. Esta enfermedad se propaga por contacto directo con la persona o animal infectado o por el contacto de ropa usada por ellos.
El tratamiento más empleado en la época pasaba por aplicar en el área infectada una pasta hecha con la ceniza de un haya quemada mezclada con aceite de almendra.
ERISIPELA
Es una enfermedad infectocontagiosa de la piel caracterizada por la formación de una placa eritematosa de bordes definidos que causa dolor y prurito. Generalmente se manifiesta en las piernas, pero puede aparecer en cualquier parte del cuerpo.
El de esta enfermedad era uno de esos tratamientos sorprendentes que parecen nacidos de la imagianción de un cineasta, y que sin embargo se llevaba a cabo: se pasaba por la zona (sin tocarla) la barriga de un sapo vivo, se ataba el sapo y se colgaba de un árbol para que a medida que el sapo se secara lo hiciera también la erisipela.
PESTE NEGRA
En pleno siglo XV, con media Europa muriendo de peste negra, los médicos se veían desbordados en una sociedad que desconocía los antibióticos y las medidas de higiene y que convivía a diario con ratas e insectos.
En este panorama, un pequeño grupo de personas en contacto constante con los cadáveres nunca enfermaban. La leyenda habla de profanadores de tumbas que fueron capturados y sentenciados a la hoguera, pero conmutaron su pena a cambio de ofrecer su remedio secreto para no enfermar de peste.
Este remedio, conocido como el vinagre de los cuatro ladrones, se elaboraba macerando tomillo, romero, salvia y lavanda a partes iguales.

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